Epístola 1: Manejo de recursos
Hace muchos años, existía un distinguido señor de gran riqueza. Este hombre, conocido por su sabiduría y equidad, se vio afectado por diversas preocupaciones que finalmente lo llevaron a enfermar. Siguiendo las recomendaciones de su médico, se vio obligado a retirarse temporalmente para recobrar su salud.
Convocó a sus tres ciervos más fieles y confiables, reuniéndolos en su majestuosa morada. Con voz amable, les comunicó su plan: "Queridos hijos míos, debido a mi estado de salud y a la confianza que tengo en ustedes como leales compañeros, he decidido distribuir mis más preciadas riquezas entre los tres por igual. Les encomiendo la protección de estos tesoros, para que los cuiden en mi ausencia. A mi regreso, les pediré cuentas, pues confío plenamente en su lealtad".
Los años transcurrieron como las estaciones, y finalmente el Gran Señor recobró su vitalidad y regresó a su hogar. Llamó a sus tres ciervos, ansioso por conocer cómo habían custodiado sus riquezas.
El primero entró con respeto y el Señor le preguntó: "Justo y leal ciervo, ¿Qué has hecho con mi riqueza?". El ciervo, con orgullo en sus ojos, respondió: "Mi Señor, al saber de tu partida, me armé con valor y determinación para resguardar tus tesoros de los peligros que acechaban. Protegí cada moneda como si fuera mi vida misma, y al volver, te las traigo intactas y seguras". El Señor sonrió con satisfacción: "Tus acciones hablan de tu lealtad y dedicación. Te honraré como mereces".
El segundo ciervo entró, su mirada reflejaba serenidad. El Señor preguntó: "Justo y leal ciervo, ¿Cómo has cuidado de mi riqueza?". El ciervo habló con sinceridad: "Mi Señor, al partir, el temor me llevó a actuar. Con tu riqueza, adquirí un rebaño de ovejas y me convertí en su protector, huyendo del peligro. El rebaño creció y se multiplicó con el tiempo, y al saber de tu regreso, lo vendí para devolverte el doble de lo que me diste". El Señor asintió complacido: "Tu ingenio y valentía han dado fruto. Te recompensaré justamente por tu esfuerzo".
El tercer ciervo entró, con una mirada tranquila y confiada. El Señor le preguntó: "Justo y leal ciervo, ¿Qué has hecho con mi riqueza?". El ciervo habló con serenidad: "Mi Señor, ante la amenaza de bandidos y ladrones, decidí invertir tu riqueza en propiedades y negocios, buscando minimizar riesgos y maximizar ganancias. A través del comercio y transacciones inteligentes, logré multiplicar tu riqueza diez veces. Algunas empresas tuvieron éxito y otras menos, pero el saldo final es de mayor prosperidad y menor riesgo". El Señor sonrió con admiración: "Tu visión y sabiduría han honrado mi confianza. A partir de hoy, serás mi consejero más cercano, y tu sabiduría será conocida por todos".
Y así, en la historia de estos tres leales ciervos, se trazaron caminos distintos que reflejaban su dedicación y carácter. Cada uno fue recompensado según sus méritos, demostrando que la lealtad, el ingenio y la sabiduría son tesoros invaluables en cualquier reino.
Cuando obtenemos valores o dones en la vida necesitamos potenciarlos o ellos no saldran a luz o no podremos aportar a la sociedad ayudar o simplemente ser felices atravez de ellos por eso creo que el hijo que multiplico lo que tenia actuo de la mejor manera ya que utilizo de manera sabia lo entregado.
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